domingo, 10 de octubre de 2010

RAFA PÉREZ. De profesión fotógrafo.

Hoy os quiero presentar a un gran tipo, excelente profesional y mejor persona: el fotoperiodista Rafa Pérez.
Por razones de geografías nos vemos poco, pero hubo una época en la que viajábamos juntos a menudo; entre los dos llevábamos una sección de la revista Rutas del Mundo, concretamente 48 horas en…. Él hacia las fotos correspondientes a la ciudad que había tocado en suerte y yo, en 4 ó 5 días de exploración urbana, debía conocer lo máximo y diseñar para el viajero un texto organizándole una visita de lo imprescindible para una estancia de dos días; un puente en macrocapitales como París, Roma, Londres o Berlín.
Las características de nuestro trabajo hacía que muchas veces los horarios no fueran compatibles, pero procurábamos coincidir y hacer juntos el máximo de visitas posibles. Hacíamos un buen tándem. Él madrugaba, pues siempre le gustó la luz del amanecer y del crepúsculo vespertino, la que yo, sin ser fotógrafo, sólo por las emociones que me produce, llamo “la luz bruja”. Para mí era un placer verle trabajar, planificando la foto, encuadrando, disparando casi con un ansia controlada para aprovechar al máximo la luz favorable. Yo, en cambio, era más trasnochador, pero no –salvo excepciones- de deambular por las calles y locales; ordenando en la habitación del hotel  las notas del día y planificando las visitas del día siguiente.
Al mediodía, cuando yo disparaba con avidez mi modesta cámara, él rara vez sacaba su equipo; no le gustaba esa luz dura.
Tras la cena, una vez acabada nuestra jornada, y si no habíamos quedado con ningún contacto en la ciudad, nos gustaba buscar un café –como el café Havelka de Viena- y charlar de nuestro trabajo, y de lo divino y de lo humano, ante una humeante taza.
Fue muy grato ayudarle con el equipo mientras se encaramaba en algún tejado o cúpula –en Oporto llegó a romperse un brazo- o aguantarle el paraguas mientras caían chuzos de punta en los muelles de Sevilla. Siempre he entendido que el trabajo bien hecho es cosa de todos, sea quien sea el que ostenta la responsabilidad de un aspecto concreto.
El viaje de prensa por los fiordos noruegos, o la semana en Viena que nos montaron los austríacos en plan VIP, son dos de los periplos que recuerdo con más agrado. Pero también lo bien que comíamos aguzando el ingenio, y de eso ya me ocupaba yo. Como en Bilbao, cuando tras varias botellas de txakolí y rioja en el restaurante del Guggenheim me resbaló una vocal ante la relaciones públicas del museo y, tras balbucear con dificultad nuestros nombres, a la hora de presentar el medio para el que trabajábamos se me escapó aquello de “Raatas del Mundo”.  Eso hizo historia, y aplicamos ese concepto cuando nos teníamos que buscar la vida para realizar el reportaje y debíamos tirar de pensión y bocata para que nos salieran los números.
O como en Córdoba, cuando la última noche se descuelgan tres de los mejores restaurantes de la ciudad y cenamos tres veces, entre las ocho y las doce de la noche, rematando la jugada en un tablao flamenco donde una de las bailarinas –debía ser una apuesta, o una provocación- se arremolinaba el traje de faralaes a velocidad de vértigo sin llevar debajo ropa interior. Y que conste que no lo vimos in situ –el Montilla-Moriles había aletargado nuestros reflejos-, sino cuando Rafa reveló las fotos y me las envió por correo electrónico jurándome y perjurándome de que no las había tratado con Photoshop. “La próxima vez ni pestañeo o bebo Fanta de naranja”, le dije yo.
O en Oslo, cuando tuvimos vergüenza torera y –a pesar de que teníamos carta libre- no nos atrevimos a pedir otra botella de un rioja de los más económicos en España, porque traducido el precio de la carta de vinos de coronas a las pesetas de antes, daba como resultado un valor de la botella de 21.000 Pts. (126 €). Y eso que pagaba el Consejo Regulador del Bacalao del Mar del Norte, que no creo que les viniera de ahí.
A la hora de las comidas institucionales, que por otro lado son un auténtico coñazo, si la velada transcurría en inglés a él le tocaba atender y a mí comer; ahora, si la lengua era el francés, italiano o portugués, atendía yo y comía él. En lengua española comíamos y atendíamos los dos por igual, habiendo desarrollado una especial aptitud para que la pregunta no nos pillara con la boca llena.
Y ahora vamos a lo importante, a su trabajo: sus fotos. Es un trabajo depurado, casi siempre con figuras. Tengo especial debilidad por sus reportajes en Marruecos.  Por su increíble habilidad para fotografiar a la gente en el momento preciso. Si yo miro mis fotos de Marruecos, casi siempre los personajes están de espaldas, y si están de frente es de pura casualidad o en muchedumbre.  Rafa se involucra con la gente y se gana su confianza para poder fotografiarlos sin tensiones; nunca ha pagado por hacer una foto. Aquí os adjunto un vídeo de una de sus tretas para poder fotografiar niños en Xauen, una de sus especialidades.






Tras casi dos horas jugando con los niños Rafa sacó la cámara y empezó a fotografiar sin que aquellos se inmutaran. Era uno más de ellos. He aquí algunos resultados:
 













Enlace a su blog, EL FOTÓGRAFO VIAJERO (http://elfotografoviajero.blogspot.com/) y a su página web (http://www.rafaperez.com/).
Disfrutad con sus fotos y su mundo.



















 

A esta foto del señor Havelka, en su café de Viena, le tengo especial cariño, pues fuí testigo de su realización. Una copia de la misma está enmarcada a la entrada de mi habitación, por lo que todos los días le deseo las buenas noches al Sr. Havelka. Él, en agradecimiento, me despierta todas las mañanas con un aromático café turco, la prensa en alemán (voy haciendo progresos) y una porción de tarta Sacher.




































Todas las fotos de esta entrada están hechas por el fotógrafo Rafa Pérez y cuentan con su correspondiente copyright. Está prohibida la reproducción en cualquier medio sin la autorización expresa del autor.

2 comentarios:

RAFA PÉREZ dijo...

Estimado Antonio,

Un honor haber comapartido aventuras y desventuras en la etapa de Ratas del Mundo.
Lo comentamos el jueves. Un abrazo.

Andrés dijo...

Pues si que ´parece un buen tandem... de todas formas en este caso, y sin desmerecer en absoluto las magníficas imágenes, me voy a quedar con las mil palabras, estas son las historias que gusta escucharte frente a la Alhambra: la Negra, Especial o 1925.

Un saludo Antonio!