Durante las ubérrimas noches, cuajadas de estrellas, llamaba mi atención un resplandor alto en el frente de la sierra, y al deambular por las lomas de día, distinguía un blanco caserío que se arracimaba en lo alto de un cerro coronado por las ruinas de un castillo.
Segura de la Sierra, me dijeron que se llamaba, y ese nombre se quedó grabado en mi memoria.
Con el paso de los años un día, finalmente, conseguí subir a Segura, la Saqura de los árabes, tierra de frontera durante la Reconquista. Me perdí maravillado por sus calles empedradas, en fuerte cuesta, y encaladas de un blanco exultante.
Desde allí arriba se ve medio mundo: la sierra alta a sus espaldas, con los bosques más extensos de la Península Ibérica; las lomas de olivos como las olas de un mar que inundan un amplio valle que va de Cortijos Nuevos a Torres de Albanchez; y por la brecha de los cerros de La Puerta, La Puerta de Segura, los cotos de caza, de bosque ibérico de quercus, que se escapan en busca de una Sierra Morena que reverbera azul en el horizonte.
En Segura nació el poeta Jorge Manrique y se dice que Quevedo -que venía a menudo porque era amigo de Messía de Leyva- tuvo una novia.
Segura de la Sierra se halla a 1240 metros de altitud, casi en la cima del monte que los griegos llamaron Orospeda, coronado por el castillo. Se le atribuye un origen fenicio, siendo posteriormente ocupada por otros pueblos -griegos, romanos, cartagineses- gozando bajo la dominación musulmana su máximo esplendor, cuando Saqura era considerada como la más inexpugnable de las fortalezas de Al-Ándalus. Declarada conjunto histórico-artístico y paraje pintoresco, encierra en sus calles de atrevido trazado varios monumentos de singular relieve, como la Casa Consistorial, de bella portada renacentista y ubicada junto a la Puerta Nueva; la fuente imperial de Carlos V, una restauración plateresca de otra fuente más antigua; unos curiosos baños árabes; la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Collado, reconstruida sobre ruinas románicas y que cuenta en su interior con una interesante virgen gótica de alabastro; la iglesia de los Jesuitas y la Casa del Celemín; hay varias casas señoriales, como la del Arco (calle Caballeros Santiaguistas), la del Pósito y la de Jorge Manrique, donde se cree naciera este insigne poeta, hijo de Rodrigo de Manrique, comendador de la Orden de Santiago.
Domina este conjunto urbano, con unas espectaculares vistas a la sierra y a un amplio valle cuajado de olivos, un castillo mudéjar restaurado en los años sesenta con una magnífica torre del Homenaje. Cerca del castillo se abre la puerta de Góntar, incluida en una singular plaza de toros de forma rectangular.
Subir a Segura se convirtió en una peregrinación anual obligatoria y, deambulando por el laberinto de sus calles, fue calando en mí la idea de buscar un refugio en esa carismática población. De casualidad me enteré de que los restos de la segregación de una casa, casi en ruinas, y de difícil compostura, estaban en venta. Nada más verlo fue tomando cuerpo un complicado proyecto de restauración. Tras unos tira y aflojas, y reunir ahorros de aquí y allá, compré la casa. Luego vinieron diez años de lidiar con albañiles, carpinteros, herreros, fontaneros, pintores, etc. En los que algunas estancias se han remodelado hasta tres veces. Primero utilicé puertas, ventanas, rejas y azulejos reciclados; posteriormente el sentido común me hizo sustituir esos elementos en aras de la comodidad, pero siempre respetando la arquitectura autóctona y utilizando fundamentalmente piedra, madera, cerámica rústica y forja.
Fueron numerosos los viajes para supervisar el proyecto, cambiar de ideas y cabrearme con los desmanes que se habían cometido en mi ausencia. Por la casa pasaron tres cuadrillas de albañiles y, finalmente, tras una cuidadosa decoración y con la instalación de las últimas lámparas, en agosto de 2010 el proyecto se dio por acabado. Mi sueño se había hecho realidad. Ahora sólo resta disfrutarlo.
He colocado cuadros, mapas antiguos, láminas y otras enmarcaciones. He diseminado placas y piezas compradas en los viajes. He llenado las estancias de muebles étnicos, rústicos y coloniales. Y he colmado los estantes de cientos de libros. De hecho tengo proyectado encargarle a Juan Martos, un artista ubicado en Segura, unos azulejos artesanales con la siguiente inscripción: “La casa de los libros”.
Ya tengo una casa habitable en ese pueblo mágico, que vuela, cuyo resplandor viera en las felices noches del verano de mi infancia. Ya tengo un libro escrito sobre la sierra. Ya tengo una hija que anhela que llegue el estío para vaguear con su cuadrilla. Pero hay un “pero” que cuando fragüé el sueño no tuve en cuenta: vivo en una isla, maravillosa, por cierto, pero una isla.
Circunstancias de la vida y la crisis que nos asola hacen que, para un residente insular, tener una casa en la Península sea muy poco rentable. Las casas hay que habitarlas, al menos con una cierta frecuencia, y yo solo puedo ir a mi casa de Segura –a habitar mi sueño- unos cuantos días al año. Desde Mallorca me sale más económico pasar un puente en Londres, Berlín, Dublín o Viena que viajar a la sierra. Y para la jubilación aún me quedan muchos años, parece ser que más de los previstos según los vientos que soplan en los últimos tiempos.
He llegado a una dolorosa conclusión: mi casa-sueño debe ser de alguien que realmente la pueda disfrutar.
VENDO CASA RECIÉN RESTAURADA EN EL CASCO HISTÓRICO DE SEGURA DE LA SIERRA.
Consta de:
- Zaguán-comedor con hornacinas con estantes.
- Habitación en altillo con suelo de tarima.
- Sala de estar con chimenea de hierro.
- Dormitorio interior.
- Vestidor.
- Sala distribuidora.
- Cuarto de baño.
- Cocina con vitrocerámica.
- Habitación-estudio en terraza.
- Dos terrazas con vistas panorámicas. Se domina el valle desde Cortijos Nuevos a Torres de Albanchez. Vistas al castillo de Segura y al Yelmo.
- La casa da a dos calles. Puertas y ventanas son completamente nuevas con cristales Climalit. Las ventanas exteriores tienen reja de forja y las interiores persiana. Puertas y ventanas exteriores con contrapuertas y contraventanas, adornadas con clavos. Tejadillo serrano. Vigas vistas en casi toda la casa.
- Los materiales fundamentales son la madera, la piedra y la cerámica rústica.
- Tejados completamente renovados.
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