viernes, 8 de abril de 2011

Wislawa Szymborska

Hace más de medio año que tenía muerto este blog. El sentido común me llevó a diversificar todas las entradas en varios blogs para evitar que se convirtiera en un desordenado cajón de sastre.

Los reportajes de viajes han ido a parar a Los viajes de Saqura.

Los de senderismo a Cuadernos del Sulayr.

Los graffitis y el arte callejero a Graffitalia.com. (Street Art).

Y todo lo demás cabe aquí.

De un enlace a otro, como suele ocurrir en internet, terminé en el blog Días prosaicos del reputado fotógrafo y profesor de fotografía Rafa Badía. Hurgando en el mismo me quedé clavado con una fotografía que llamó poderosamente mi atención. En el bus, línea 41, así se titula la foto, se acompaña de un bello poema, de esos en los que cada verso te provoca mil sensaciones; a medida que iba avanzando en su lectura tuve una extraña percepción de lo dejà vu; más bien la desconcertante sensación de que yo había hecho esa foto y había escrito esos versos.



En el bus, línea 41. Foto de Rafa Badía.


            Nos separa un metro escaso,
            la eternidad de dos mundos,
el foso de veinte años.
Nuestros caminos convergen
cuatro paradas de autobús,
el tramo de línea 41
entre Universitat y Laietana.
Después nuestras vidas
se bifurcarán para siempre;
cada cual en su laberinto,
recorriendo, una y otra vez,
las cuadrículas urbanas.
Trato de imaginar
qué te preocupa, si tu amor
tiene las palabras justas,
la caricia, el consuelo
en tus jornadas difíciles.
También intento adivinar
lo que te hace feliz,
esa ilusión que pronuncias
al oido cuando te abrazan.
Marcho. Soy ese hombre
al que dedicas una sonrisa,
tal vez un pensamiento,
esa mirada -vista y no vista-
cuando el autobús ya arranca.



¿Cuántas veces no nos hemos preguntado si esa persona a la que miramos con inusitado interés; que nos ha dedicado una sonrisa al pedir paso para bajar del metro; a la que hemos contestado con palabras amables cuando nos ha preguntado una dirección; o a la que hemos sujetado la puerta para que pudiera salir, no es la persona que pudiera habernos cambiado la vida?. La vida son encuentros y azares, y todo depende de pequeñas decisiones tomadas en un segundo. Da vértigo pensarlo.

Aturdido por estas reflexiones pongo el enlace de Rafa en mi página de Facebook. Lo lee mi amiga Raquel (que atesora el doble privilegio de ser de Segura de la Sierra y vivir en Granada), y acto seguido me remite este poema de su "wislawita", la poetisa polaca Wislawa Szymborska, que le viene como anillo al dedo al tema que nos ocupa.


Amor a primera vista

Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.

Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?

Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
-quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún "lo siento"
o el sonido de "se ha equivocado" en el teléfono-,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.

Se sorprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,

una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,

que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.

Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?

Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.

Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.
Todo principio
no es mas que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad.

De "Fin y principio" 1993      




Debo confesar que, a pesar de haber recibido el premio Nobel de Literatura en 1996, desconocía completamente la existencia de esta escritora y, evidentemente, de sus poesías
Me fui a Google y tecleé por primera vez un difícil nombre que hoy ya escribo con soltura. Aparecieron múltiples fotos del semblante amable de una anciana venerable.







                                                                                                                   ¡A tu salud!


Leí su biografía y encontré una completísima página con un gran número de poemas que devoré con avidez.

Hace horas que no me enamoro de una mujer en el autobús. Pero desde entonces, y gracias a una carambola a mil bandas, Wislowa Szymborska forma parte de mi restringido club de poetas, un género literario -la poesía- que a menudo se me resiste.